Wednesday, March 08, 2017

PROYECTO BIBLIA DESNUDA. 9.

PROYECTO BIBLIA DESNUDA. 9.


LA RELIGIÓN FORMULADA Y FUNDAMENTADA EN LA BIBLIA ES EXPRESIÓN DE UNA FASE INFANTIL DE LA HUMANIDAD.

Esto debería ser obvio. La Biblia comenzó a escribirse en un período en el cual la Humanidad apenas estaba saliendo del Neolítico Superior. Por tanto, expresa los mitos, concepciones, creencias, visiones del mundo, leyendas y aspiraciones de una humanidad totalmente inmersa en lo que los estudiosos denominan la fase mágico-religiosa del pensamiento humano.

Todo, absolutamente todo lo que acontece en el mundo en este tipo de pensamiento, proviene de la voluntad de los dioses, o posteriormente, en la cultura judeo-cristiana, del único dios que existe. Los rayos, truenos, las tormentas, el sol, la luna, los vientos, huracanes, terremotos, el día, la noche, los animales, las plantas, y por supuesto, el destino de los seres humanos es manejado a capricho y placer de los dioses o del único dios.

El pensamiento filosófico, que busca dar explicaciones a los fenómenos en base a la observación, el análisis, el razonamiento, la lógica deductiva o inductiva, etc.; no ha surgido aún, o al menos no con fuerza en las sociedades de la antigüedad. Al menos en el mundo que conocemos como origen de nuestra cultura occidental. Habrá que esperar a los griegos presocráticos del siglo VI – V antes de nuestra era, para empezar a observar el asomo del pensamiento despojado de los mitos religiosos.

Por tanto, estamos hablando, en términos meramente temporales, de la infancia, o incluso, pre-infancia de la Humanidad.

Pero dejando aparte el criterio cronológico, hay otra consideración, otro criterio para hablar de esta fase infantil del pensamiento humano. El cual consiste en la fase de dependencia del padre, o de los padres, que desde el punto de vista psico-emocional, todo niño atraviesa. Es la fase en la cual toda la identidad, emociones, sensación de seguridad, supervivencia física, sentido de pertenencia, y todos los atributos que garantizan el crecimiento de una persona, dependen de los padres. Y en nuestra cultura patriarcal, fundamentalmente del padre. Tema que ha sido abordado suficientemente por numerosos estudiosos de la Psicología tanto personal como social, encabezados, o al menos, liderados por el más conocido: Sigmund Freud, quien en varias de sus obras, particularmente en su ensayo “El Porvenir de una Ilusión”, aborda este tema:
“Recapitulando nuestro examen de la génesis psíquica de las ideas religiosas, podremos ya formularla como sigue: tales ideas, que nos son presentadas como dogmas, no son precipitadas de la experiencia ni conclusiones del pensamiento: son ilusiones, realizaciones de los deseos más antiguos, intensos y apremiantes de la Humanidad. El secreto de su fuerza está en la fuerza de estos deseos. Sabemos ya que la penosa sensación de impotencia experimentada en la niñez fue lo que despertó la necesidad de protección, la necesidad de una protección amorosa, satisfecha en tal época por el padre, y que el descubrimiento de la persistencia de tal indefensión a través de toda la vida llevó luego al hombre a forjar la existencia de un padre inmortal mucho más poderoso.

El gobierno bondadoso de la divina Providencia mitiga el miedo a los peligros de la vida; la institución de un orden moral universal, asegura la victoria final de la Justicia, tan vulnerada dentro de la civilización humana, y la prolongación de la existencia terrenal por una vida futura amplía infinitamente los límites temporales y espaciales en los que han de cumplirse los deseos.

Bajo las premisas de este sistema se formulan respuestas a los enigmas ante los cuales se estrella el humano deseo de saber, enigmas como la creación del mundo y la relación entre el cuerpo y el alma. Por último, para la psique individual supone un gran alivio ser descargada de los conflictos engendrados en la infancia por el complejo paternal, jamás superados luego por entero, y ser conducida a una solución generalmente aceptada.”
Sigmund Freud, El Porvenir de una Ilusión.
Pág. 15.
Por supuesto, no coincidimos con todos los criterios formulados por Freud en 1927. Mucho se ha avanzado en los estudios de la antropología cultural, la neurociencia y otras disciplinas en este tema. Sin embargo, que el ser humano primitivo, en su fase de elaboración de una visión cultural patriarcal, proyectó en los dioses y luego, en un dios masculino, todas sus necesidades psico-emocionales de identidad, protección, búsqueda de sentido, y aspiración a la herencia del poder, ejerciéndolo como control de su respectivo pueblo, y luego al dominio y supremacía sobre otros, es bastante evidente, y por ahora, no ahondaremos más en ello.

Lo importante es comprender que el ser humano identificado, persuadido, o adoctrinado desde su infancia de que no es más que una suerte de niño necesitado del amor, protección y cuidado del padre, un padre que puede ser bondadoso si el niño ‘se porta bien’, pero que también puede infligir más o menos terribles reprimendas, castigos, o azotainas, siempre bajo su particular criterio de ejercer una ‘sabia justicia’, la cual es inapelable, infalible, y pertinente y necesaria, aunque no se comprenda en el momento; es el verdadero núcleo movilizador del poder de las ideas religiosas y de las religiones patriarcales en general.

Y éste es básicamente el esquema manejado en la Biblia:
  1. El ser humano, tanto individual, como colectivamente, es un niño desvalido
  2. Existe un padre celeste, espiritual, todo proveedor, sabio, bondadoso y justo, que puede proteger a ese niño
  3. Lo único que hay que hacer para que ese padre provea todo lo bueno es obedecerlo.
  4. Si no se obedece al padre, se recibirán justos castigos, siempre en beneficio del niño, que por ahora es aún inmaduro, y no sabe los altos motivos del padre.
  5. Si se obedece al padre, se recibirán todas sus bendiciones, e incluso podría heredar todo su poder. Con el cual podrá regir a otros niños aún más inmaduros. Tanto en su propio pueblo, como en otros.

El Dios de la Biblia es, por tanto, un dios antropomorfizado, humanizado a la imagen y semejanza de los padres humanos, con todas sus características y condicionamientos duales. Incluidas sus falencias y limitaciones. Es por eso que el lector escuchará a los seguidores de las religiones dogmáticas explicar casi que constantemente a su dios con metáforas o símiles referidos al padre. “Así como tu padre tenía todo el derecho de castigarte, en incluso, darte una paliza cuando te salías del carril, así también es Dios, nuestro Padre Celestial…” Y cosas por el estilo.

Creemos que todo esto es perfectamente entendible y que explica bastante bien la dinámica psico-emocional-cultural que manejan las religiones patriarcales, la cual está perfectamente bien plasmada en la Biblia, y expuesta en detalle en sus numerosos mitos, leyendas e historias. Luego colocaremos algunas muestras y ejemplos.

Y pudiéramos incluso decir que si así fuera, estaría perfectamente bien, sería digamos, aceptable, natural, lógico, que la humanidad hubiese elaborado dichas construcciones, las cuales habrían de servirle para cimentar una confianza o esperanza positiva para su porvenir, como sugirió Freud. Incluso, si sólo estuviéramos hablando de una ilusión, podría tener algunos aspectos positivos, como de hecho puede tenerlos en términos generales. Aún hoy, en esta llamada ‘civilización’ del siglo XXI.

El problema está en que nada de esto es tan inocuo como podría parecer en principio. Ciertamente cada quien, y cada pueblo podría tener y tiene derecho a cultivar las ilusiones, esperanzas, elaboraciones espirituales, o construcciones culturales que a bien tenga y ello no tendría mayor inconveniente, si no fuera por algunos ‘detalles’… Quizá al observar detenidamente la lista de 5 puntos esbozada líneas atrás pueda el lector darse cuenta de algunos de esos “detalles”. Pero particularmente me enfocaré ahora en el punto 5:

“Si se obedece al padre, se recibirán todas sus bendiciones, e incluso podría heredar todo su poder. Con el cual podrá regir a otros niños aún más inmaduros. Tanto en su propio pueblo, como en otros.”

Como indica el subrayado, estamos hablando del ejercicio del Poder. Dominio. Control.

Y ahí está un gran ‘detalle’. Las religiones patriarcales, en su afán de ejercer el Poder, el Dominio, y el
 Control que sus dioses les ofrecen y/o prometen, han cometido todo tipo de abusos, crímenes, exabruptos; han generado guerras, cometido tropelías, infligido sufrimientos, derramado ríos y mares de sangre; han sometido a la esclavitud y a la servidumbre, expoliado a pueblos, naciones, ricos y pobres, escarnecido y violado a mujeres, ancianos y niños, perpetrado, fomentado, perpetrado y justificado todo tipo de tiranías, regímenes opresores, organizaciones mafiosas, y consumado verdaderos genocidios; todo en nombre de la ‘Voluntad de Dios’, plasmada en sus ‘escrituras sagradas’, e interpretada por sus ‘intermediarios’, sacerdotes, rabinos, ulemas, pastores, teólogos y sus consiguientes, fervientes y adoctrinados seguidores.

Podrá aducirse, como comúnmente ocurre, que la culpa o responsabilidad de todo esto no recae en Dios, o la religión en sí, sino en seres humanos falibles, débiles, o ‘pecaminosos’, y claro, estaríamos totalmente de acuerdo en ello. Pero habría que hacer una importante acotación: PRECISAMENTE las organizaciones religiosas, sus ‘libros sagrados’, sus dogmas, sus preceptos, sus construcciones teológicas, sus sistemas de creencias, TODOS, son sujeto de error, falencia, corrupción, limitaciones y carencias humanas.

Por supuesto, ante esto, surgirá inmediatamente la excusa dogmática: “¡la Biblia no es obra humana, es obra de Dios, es la Palabra de Dios, perfecta, inerrante, infalible, sobrenatural, eterna y sin mácula!”. Dogma creado expresamente a propósito para justificar los contenidos bárbaros, despiadados, ominosos, inhumanos, irracionales y profundamente perniciosos en sus consecuencias de este libro, y de otros de similar tenor.

Cuando entendemos que la matriz a partir de la cual se elaboraron las escrituras que luego pasaron a ser ‘sagradas’ tuvo dos componentes principales:




1)      La situación psico-emocional de los pueblos de los cuales surgieron; particularmente en la Biblia, un pueblo hebreo desvalido, descohesionado, sin identidad nacional, sin mayor importancia, rodeado de imperios, en una situación de vulnerabilidad y desprotección; en un marco general de civilizaciones primitivas apenas terminando la era neolítica y comenzando la Edad de los Metales, con una concepción mítica y mágico-religiosa patriarcal; es decir, en términos psicológicos, un niño particularmente desvalido y amenazado, prácticamente huérfano, que necesita desesperadamente un padre protector.

2)      La invención de la noción de ‘pueblo elegido’ por el más poderoso de los dioses, y luego, el único dios del Universo, que dotó de un poderoso sustrato socio-emocional, apto de ejercer crecientes cuotas de poder, dominio y supremacía, primero en el propio pueblo hebreo, y luego sobre los pueblos vecinos de Canaán. Es decir, la potencialidad del mito para conformar una voluntad de poder hegemónica cuya efectividad psicológica se ha demostrado, pero no sólo en lo psicológico personal o social, sino también política, económica, social, geopolítica, culturalmente. Tan efectiva, que fue tomada y reelaborada por el Cristianismo posterior.
 


En resumidas cuentas, estamos hablando de una concepción de Poder coercitivo, controlador, dominador, sustentado en el más poderoso de los símbolos: precisamente el estar ‘apadrinado’ por el único, o más poderoso Ser del Universo. El ‘Padre’ eterno cósmico universal.

Por supuesto, quien se apropie de ese dios, y proclame su uso en exclusiva, tenderá a todos los excesos, horrores, barbaridades y caprichos a los que induce el ejercicio del poder absoluto. "El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente", decía Lord Acton, y en este caso, el aforismo se cumple absolutamente. Porque estamos hablando del mecanismo psicológico de compensación y proyección, por medio del cual el niño desvalido, desheredado, sin futuro, pasa a creer que es heredero y ejecutor exclusivo del poder omnímodo del universo.

Y además, para completar el círculo, si el modelo de dios omnímodo bajo el cual se crea una identidad, se elaboran ‘escrituras sagradas’, se conforma una religión de control absoluto de vidas, mentes y corazones, y se crean una gran cantidad de concepciones y dogmas, muchos de las cuales persisten hasta la actualidad -dado que están inscritas en la infalible e inefable ‘Palabra de Dios’-, es el de un ‘padre’ colérico, implacable, celoso, castigador, caprichoso, cruel, sanguinario, y al mismo tiempo magnánimo, compasivo, bondadoso, fiel y justo, es decir, un dios bipolar, dicotómico, hecho a imagen y semejanza de los reyes y tiranos absolutos primitivos del Oriente Medio del contexto hebreo; podremos comprender mejor cuál es el sustrato psíquico del cual surge la Biblia.

Un libro mítico proveniente de la infancia psico-emocional de una parte de la Humanidad, que proyectó la imagen de padre tiránico bipolar todopoderoso, en un dios particular y exclusivo de un pueblo, luego de una religión, y luego de una cultura: la cultura judeo-cristiana.

Que logró imponerse a la fuerza, primero, y luego bajo poderosos mecanismos de adoctrinamiento, a una gran parte de la humanidad. Sobre todo a quienes viven, por numerosas razones, el terrible influjo del complejo del niño desvalido.

Lo cual es la primera tarea de las religiones dogmáticas. Fomentar ese complejo de desvalimiento –a través de los mitos del ‘pecado original’, la ‘caída del hombre’ y otros dogmas- y por tanto, de la necesidad del padre autoritario bipolar, por supuesto, con la autoridad delegada a sus ‘representantes’.

En definitiva, se trata de la concepción infantil de un dios infantil, para una humanidad infantil.

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