Thursday, March 02, 2017

PROYECTO BIBLIA DESNUDA 4

PROYECTO BIBLIA DESNUDA. 4.

4ta entrega.
LA BIBLIA: RESULTADO DE LA CONCEPCIÓN EGOICA DE LOS SACERDOTES DE ISRAEL

IV Parte de las ideas y datos para la elaboración de un libro práctico para entender el origen, forma de creación, evolución y creencias acerca de la ‘Escritura sagrada’ judeo-cristiana, la Biblia. Una contribución a la liberación de dogmas sectarios y fundamentalistas, y el abrazo de una espiritualidad laica, inclusiva, libre y hasta donde se pueda concebir, universal.

Esta auto exaltación del pueblo elegido es menester comprenderla para poder entender el contexto dentro del cual surgió el Cristianismo. Para contribuir a ello incluimos un esquema con el cual esbozaremos la sucesión de las principales épocas de la historia de Israel antes de nuestra era, muy útil como resumen básico y punto de partida. También nos será de provecho cuando más adelante nos refiramos a la historia de la Biblia. Lo hemos adoptado y adaptado de la Guía de la Biblia, de Isaac Asimov. (ver pág. sig.)

Adelantamos desde ahora que hay tres momentos de la Historia antigua de Israel absolutamente decisivos y centrales, desde el punto de vista de la formación de su conciencia histórica y su identidad cultural. Tres momentos que quedaron profunda e indeleblemente grabados en su memoria nacional y en su inconsciente -y consciente- colectivo.

Ellos son:

1`) El Exodo de Egipto (Período tribal): es el momento del nacimiento de Israel como pueblo. Es la etapa protagonizada por el personaje central, verdadero padre histórico y espiritual, y maestro de Israel: Moisés. Moisés instado por Dios, une a su pueblo que es esclavo en Egipto, los subleva, huyen atravesando milagrosamente el Mar Rojo y los conduce hasta el borde de la Tierra Prometida. Su sucesor, Josué, completa la conquista de Canaán. Podría decirse que este es el acontecimiento nuclear del Antiguo Testamento, ya que aquí comienza la vida de Israel como pueblo histórico y principia su particular religión: los principios del monoteísmo y la Ley (la “Torá”).

2`) El Reino de David : David y Salomón marcaron una época en la que Israel por única vez en toda su historia, vivió un tiempo de esplendor y predominio histórico tal que jamás volvería a repetirse, ni siquiera insinuarse. Comenzó en este tiempo a recopilarse la historia escrita de Israel y se selló un orgullo nacional de tal modo profundo y abarcador, que los judíos lo añorarían posteriormente para siempre, hasta el sol de hoy.

3`) El Exilio y la Deportación babilónica (Período Babilónico): en esta etapa ocurre una de las peores y más traumáticas tragedias de toda la historia de Israel: la destrucción del Templo de Jerusalén (587 a.C.) y la casi total desintegración y dispersión de la nación judía bajo los ejércitos de Nabucodonosor. Esta desgracia constituyó el elemento fundamental en la definitiva consolidación de la identidad judía y en la depuración y perfeccionamiento de su máxima creación: su religión, el Judaísmo, en cuyo espíritu laten los factores básicos del alma judía, que en esa época alcanzaron una expresión máxima: la tragedia y la esperanza.

Estos son los inicios del “anhelo mesiánico”, por el cual los judíos hoy en día, aún esperan al “Mesías” que restablecerá dicho Reino de Israel de una vez para siempre - ¿suena familiar?-




CUADRO HISTORIA DE ISRAEL

Por supuesto, existen otros momentos protagónicos y señeros en la historia de Israel que también dejaron su huella y en última instancia, todas las etapas jugaron su particular papel, sin las cuales todo el edificio histórico se desploma; ahora bien, con estos tres momentos podemos tener centrado el panorama básico del Israel de los tiempos bíblicos.

Ahora bien, ¿son fidedignos estos acontecimientos? ¿Cuánto de verdad hay en todo ello, o cuánto de leyenda o mito? ¿Podemos creer en lo que podría llamarse la vocación megalómana de un pueblo y en lo que este ha podido crear y auto atribuirse para justificar dicha megalomanía? Son preguntas que se han planteado numerosas veces y sobre las que se han escrito cientos de libros y tal vez se escriban muchos más. Por ahora se puede decir que se ha reconocido que desde el punto de vista historiográfico los relatos bíblicos gozan de suficiente credibilidad, o cuando menos, la misma que detentan en ese aspecto los relatos históricos de las culturas egipcia, mesopotámica, o la de otros pueblos. Incluso hasta más. Al parecer los escritores judíos ponían gran celo y honestidad en la confección de sus escrituras, o al menos escribían lo que desde su particular punto de vista era la verdad. La mayoría de los hallazgos arqueológicos y documentales extra bíblicos así lo corroboran. Por supuesto, no siempre todo lo que brilla es oro, y a estas alturas, mucho es lo espurio que se ha podido separar de lo auténtico, y a ello nos referiremos en próximas páginas.

Sin embargo hay un hecho cierto. La cultura y el pueblo judío aún permanecen, mientras las culturas, y en gran medida, los pueblos de todas las civilizaciones e imperios antiguos han desaparecido -aunque bastante es lo que nos legaron, mezclado y reconfigurado-. Hoy en día no se cree en Kemoch, ni en Baal, Amón, Osiris, Astarté, Asera, Ra, Zeus, o Júpiter, ni en ningún otro nombre de la legión de dioses de la Antigüedad. Mas en la gran mayoría del mundo occidental actual, y podríamos decir, de alguna manera en todo el planeta, se le rinde culto, o se adora a Yahveh, Jehová, o Alá, que no son sino distintas versiones del dios de los judíos. El dios de los judíos ha resultado realmente “victorioso” tal y como se proclamó siempre en las Escrituras. No podemos entonces negarnos al hecho de que este grupo inicial de desarrapados e indigentes habirus han logrado imponer a la humanidad parte de su cultura y de su religión con el paso de los siglos. Esto es algo realmente pasmoso si examinamos la historia judía y nos percatamos de que salvo en lo relativo a lo moral y lo religioso, los israelitas nunca alcanzaron mayores logros, ni en la ciencia, ni en el arte, ni en la filosofía, ni en la política, ni en la economía, ni en ningún otro renglón. Toda su cultura giró alrededor de su religión. Mas sorprendente es esto aún, si pensamos que los judíos muy poca influencia han ejercido en lo político o económico (salvo en la época de los reinados de David y Salomón), ni fueron un pueblo conquistador-imperialista, como otros (apartando la conquista de Canaán). Más aún, la mayor parte de su historia ha sido un pueblo sin unión, sin nación y hasta sin territorio. Es decir, siempre han exhibido una humildísima presencia e importancia histórica.

Tenemos que por lo menos arriesgarnos a considerar, por consiguiente, que algo extraordinario, fuera de lo normal, o por lo menos, poderoso, culturalmente hablando, tuvo que haber en esa religión, verdadero corazón de todo un pueblo, para que haya no sólo sobrevivido, sino impregnado profundamente a las demás civilizaciones, hasta la actualidad. Es más, podemos conceder la posibilidad de un elemento sobrenatural, albergar sospechas de cierta intervención divina, elucubrar que “algo” le echó una mano a un pueblo increíblemente tenaz y persistente. 

Pero un pueblo, que, también hay que aceptarlo, de cierto tuvo hasta la saciedad cantidad de comprobados rasgos narcisistas-megalómanos unidos a su inconmovible fe. Porque sí, podemos figurarnos que de ser Dios esa energía supra consciente, amorosa y justa que tanto se pregona, ha podido perfectamente otorgar a los judíos una “ayudita”. Lo malo es que hayan creído que era para ellos solos. Lo malo es que esa fe implicaría que Dios, apartando su bondad Eterna, fue en un tiempo un Dios racista y sumamente partidista. Lo malo es que sería una fe injusta, cruel y terrible, a juzgar por los resultados. Una fe por la que han matado, sufrido y muerto toda su historia. Una fe que ha generado creencias, leyes y acciones a veces muy extrañas que han querido imponer a los demás, o salvaguardar de los demás a sangre y fuego. En nombre de Dios. Exactamente lo mismo que sucedió a posteriori con sus dos hijos: el Cristianismo y el Islamismo. De tal palo, tal astilla, dicen.

He allí que el asunto pierde “divinidad” y se vuelve algo más terrenal, corriente y conocido: imponer, dominar, sangre, fuego, muerte, destrucción, genocidio y otras lindezas, o debiéramos decir, “piadosas” o “santas” manifestaciones del ansia de poder. Por supuesto, Dios es la excusa. “Dios me ha dicho”. “Así dice Jehová”. “Dios ha ordenado”. ¿Quién lo dice? “Yo, su intérprete, su confidente, su profeta. O más bien, nosotros, sus escogidos, sus únicos y exclusivos beneficiarios. Nosotros, los únicos que sabemos, cumplimos y merecemos”.

Como se ve, todo surge del manido: “sólo nosotros estamos con Dios”, o mejor dicho, “Dios nos ama sólo a nosotros, o más a nosotros”.

¿Cómo llega a creerse tal cosa?

Es lo que trataremos de dilucidar seguidamente.

Lo importante es comprender que éste es el ambiente cultural del cual surgió la ‘sagrada escritura’ judía, la que conocemos como ‘Antiguo Testamento’, la primera mitad de la Biblia que conocemos, lo cual es parte de lo que estamos tratando aquí: un conjunto de escritos realizados por sacerdotes, rabinos, profetas, escribas judíos, que se autoatribuyen en ellos ser ‘el único pueblo elegido de Dios’.

Por supuesto, tener a Dios en exclusiva reporta un enorme poder, sobre todo a sus ‘intermediarios’.

De lo cual es inmediato y vigente heredero y tributario el Cristianismo posterior.



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