PROYECTO BIBLIA DESNUDA. 7.
PROYECTO BIBLIA
DESNUDA. 7.
LA BIBLIA NO ES ‘LA’ ‘PALABRA’ ‘DE DIOS’.
Recapitulando
entonces lo que hemos dicho hasta ahora, comenzamos diciendo que nos proponemos
ilustrar cómo las creencias judeo-cristianas en gran medida son la fuente de
mucho de nuestra cultura disfuncional. Que es común que ocurra cuando esto
empieza a hacerse, que salten por aquí y por allá los alegatos de que estas
creencias no pueden cuestionarse ni contravenirse, porque estaríamos
cuestionando la ‘sagrada’ ‘Palabra de Dios’. Y que en nuestro contexto, por
“Palabra de Dios” se entiende usualmente que es la Biblia. La Biblia
judeo-cristiana.
Por tanto, parte
principal de nuestra labor es mostrar cómo hemos llegado a pensar que esta
compilación de textos diversos que conocemos como la Biblia llegó a convertirse
en la ‘infalible’ y ‘sagrada’ ‘Palabra de Dios’. Para ello, hay que hurgar en
su origen, historia, autores, contextos sociales, culturales, históricos y un
montón de aspectos más que han sido abundantemente examinados en miles de
libros y estudios a lo largo de la Historia occidental. Pero como resulta algo
gigantesco, titánico, enciclopédico, nos hemos propuesto ofrecer al lector una
selección de ideas, informaciones y referencias lo más amplias posible, pero
que al mismo tiempo sean sucintas y que sobre todo, le ayuden a desmontar más o
menos rápidamente todo el conglomerado de asunciones y creencias que han dado
pie a todo este asunto.
Así que hasta
ahora hemos dicho que la Biblia, en este caso, la Biblia judía, la colección de
textos que conocemos como ‘Antiguo Testamento’, y que es la primera mitad y el
fundamento de la Biblia completa, es el resultado de la elaboración de los
dirigentes del pueblo hebreo, en su afán histórico de hacerse de una identidad
nacional, unir a sus diferentes facciones, e intentar sobreponerse o imponerse
a las otras culturas de su momento histórico, con la ‘original’ idea de
proponerse a sí mismos, primero, como el “pueblo elegido” por el dios más
poderoso de todos los dioses, y luego, como el pueblo predilecto y exclusivo
del único dios de todo el Universo.
Con ese fin, y con los fines
complementarios de ordenar toda la vida legal, social, religiosa, cultural,
política, y geopolítica de Israel, -el así llamado pueblo hebreo-, sacerdotes,
profetas, dirigentes, y demás líderes de esta comunidad empezaron, por una
parte, a redactar gran cantidad de textos donde primero, ofrecían explicaciones
míticas, legendarias, religiosas, simbólicas, de cómo su Dios había hecho tal elección, algunas (muchas) tomadas de los mitos
y leyendas, tradiciones y creencias de otros pueblos, -y algunas con cierta
originalidad, o al menos un original giro- ; y por otra parte, cómo sea
atribuyeron a sí mismos, como sacerdotes, profetas, escribas y en general,
‘intermediarios’, esa mediación entre su dios y el pueblo.
Así se llevaría a
cabo un enorme esfuerzo de creación, elaboración, compilación, interpretación,
reinterpretación, edición, selección, de extensos textos, y su correspondiente
enseñanza, aprendizaje, adoctrinamiento e imposición, primero a las masas
hebreas, y en diversas ocasiones, a pueblos circunvecinos, llegando a utilizar
en varias ocasiones, la fuerza, el chantaje, la guerra, y el crimen, para tales
fines. Todo con la finalidad de conformar una nación bajo la idea de la
posesión exclusiva y excluyente del único dios de todo el Universo, el cual
exigía lealtad y obediencia absoluta a la pléyade de leyes y normativas que le
implantó a ese pueblo, cuya desobediencia traería terribles consecuencias de
todo tipo, y su seguimiento, incontables beneficios.
Ése es el origen
básico del llamado Antiguo Testamento. Y del de la concepción de Dios y del
mundo del futuro Cristianismo. Aún vigente.
Como hemos dicho,
el resultado de la concepción egoica y prácticamente megalomaníaca de un pueblo
y su dirigencia, en pos de tener no sólo un lugar, sino un lugar preeminente en
el mundo, a pesar de su muy modesto origen y poder, en relación a las naciones
e imperios de su época. Como lo explica muy bien el autor español Pepe
Rodríguez en su excelente libro: “Mentiras Fundamentales de la Iglesia
Católica”:
“El Antiguo
Testamento: ¿palabra de Dios o resultado de la megalomanía genial que permitió
sobrevivir al pueblo hebreo?
La parte de la
Biblia que hoy conocemos como Antiguo Testamento es un conjunto de una
cuarentena de libros —en el canon católico10— que pretende recoger la historia
y las creencias religiosas del pueblo hebreo que, aglutinado bajo la nación de
Israel, apareció en la región de Palestina durante el siglo XIII a.C. Los
análisis científicos han demostrado que buena parte de los libros legislativos,
históricos, proféticos o poéticos de la Biblia son el producto de un largo
proceso de elaboración durante el cual se fueron actualizando documentos
antiguos añadiéndoles datos nuevos e interpretaciones diversas en función del
talante e intereses de los nuevos autores/recopiladores.” (36)
“Con todo, a
pesar de sus muy frecuentes anacronismos y errores, y de sus evidentes
fabulaciones, la Biblia es un documento interesantísimo para, con el
imprescindible contraste de la investigación arqueológica, poder analizar el
curso de los acontecimientos humanos que se dieron durante la antigüedad en una
limitada franja del planeta y centrados en un pueblo, el de Israel, que fue
históricamente insignificante —con excepción de la breve época de esplendor
impulsada por David y Salomón—, vivió continuamente bajo la amenaza de enemigos
externos muy poderosos y de crisis internas debilitadoras, soportando a menudo
la humillación, la rapiña y la esclavitud, y medró a duras penas intentando
arrancarle algunos de sus frutos a una tierra seca y de clima tan duro y
difícil como imprevisible.
Desde esta
humildad histórica e insignificancia humana14 es perfectamente comprensible que
el pueblo de Israel —en virtud de lo que sabemos de la psicología humana y tal
como acredita la historia de muchos otros pueblos en situaciones similares—
necesitase desesperadamente atraerse para sí la atención y protección de un
dios todopoderoso al que estaba dispuesto a someterse tal como un hijo débil o
desamparado lo hace ante un padre fuerte; pero dado que los dioses de sus
enemigos no eran menos poderosos, Israel, con el paso del tiempo, se vio
forzada a compensar su nimiedad sintiéndose la elegida no ya del dios más
poderoso de todos cuantos había en su época, sino de un Dios único y excluyente
que — ¿cuál no sería su predisposición favorable hacia los israelitas?— se
avino a sellar un pacto de exclusividad con sus protegidos. Tal dinámica
megalómana, preñada de mitomanía, fue la clave que posibilitó la supervivencia
de los israelitas y acabó siendo el eje troncal de la identidad hebrea y,
finalmente, por herencia directa, de la cristiana. Por eso, básicamente, en los
textos bíblicos se confunden una con otra la historia real y mítica de Israel y
su religión.” (37)
(36) Pepe
Rodríguez. “Mentiras fundamentales de la
Iglesia Católica”
Ediciones B, S.A.
España, 1998.
Págs. 25-26
(37) Pepe
Rodríguez. Ob. Cit.
Págs. 30-31
Por tanto, a
pesar de que mucho es lo que hay que desentrañar, detallar y precisar, lo cual
haremos en próximas páginas, ya podemos adelantar que pretender que la Biblia
es ‘la Palabra de Dios’, no es una afirmación apropiada, en ningún sentido.
Primero, porque
no es “La”. Existen distintas ‘palabras de Dios’ en el mundo, como vimos en la
entrega número 2. Resultantes también de las búsquedas, mitos, percepciones,
intuiciones, elaboraciones, contextos y procesos de diferentes pueblos.
Segundo, no es
una sola palabra. Es decir, no es
una sola visión, una sola versión. Es el resultado, como hemos dicho de un
dilatado y complejo proceso de selección, compilación, reunión, edición y
reedición de muchísimos textos, redactados bajo diferentes épocas y contextos y
también, de distintos intereses. Sin mencionar las alteraciones,
modificaciones, distorsiones, traducciones, interpretaciones y
reinterpretaciones de los mismos, en muy diversos y complejos contextos
también.
Y tercero, como
ya habrán empezado a deducir los lectores, por más que nos han repetido hasta
la saciedad o el paroxismo, que la Biblia es la palabra “DE DIOS”, empieza a
visualizarse lo obvio: son palabras redactadas por seres humanos de su tiempo,
su contexto, su condicionamiento cultural y sus intereses, que para darle un
halo y luego, un sello de autoridad a sus escritos,
adujeron una y otra vez –aunque esto no sea tan evidente en los propios textos
bíblicos- pero más que todo repitieron fanática y obsesivamente los sucesivos rabinos,
sacerdotes, religiosos, instructores, etc., esta cuestión de la autoría divina.
Además autoría perfecta, inerrante, infalible, sin la menor posibilidad de
error, falla, carencia o inexactitud, según ellos. Cosa que con el tiempo se
fue conformando en el dogma de la INFALIBILIDAD BÍBLICA.
Que en próximas
páginas abordaremos.
Repetimos que
esto no tendría mayor problema ni consecuencia, y que perfectamente sería
derecho de cada quien creer en las fábulas, mitos, leyendas, historias, o
creaciones literarias de su preferencia, si no fuera porque una inmensa
cantidad de dogmas, creencias, asunciones y directrices manipuladoras,
autoritarias, disfuncionales y perniciosas, surgen de allí y se han impuesto e
imponen a miles de millones de personas en este mundo desde la más tierna
infancia, en la mayoría de las ocasiones. Con funestas consecuencias, como
muestra la Historia.
Y sobre ello
tendremos que tratar también.
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