Thursday, March 02, 2017

PROYECTO BIBLIA DESNUDA. 5.

CÓMO EMPEZÓ A CREER ISRAEL QUE ERA (ES) ‘EL PUEBLO ELEGIDO DE DIOS’


Recordemos; estamos hablando de la Biblia. Que la Biblia es ‘la Palabra de Dios’, según dicen sus seguidores.

¿Quién escribió esta ‘palabra’?

Al menos la primera mitad, conocida como “Antiguo Testamento”, es obra del antiguo pueblo de Israel. Mejor dicho, de escribas, sacerdotes, rabinos provenientes de ese pueblo.

¿Y por qué se afirma que la obra de estos rabinos es ‘palabra de Dios’?

Pues porque ellos así más o menos lo establecieron.

¿Y por qué lo establecieron así?

Porque ellos escribieron que el pueblo de Israel era el pueblo elegido de Dios.

¿Y quién dijo eso?

Pues el mismísimo Dios, según estos escritores hebreos antiguos.

Es decir, los dirigentes de un pueblo escribieron en su ‘escritura sagrada’ que Dios dijo que ése pueblo es su pueblo elegido y que ésa es su escritura sagrada. Todo un argumento circular.

¿Y cómo llegaron a pensar eso, para luego escribir eso?

Pues se trata de la progresiva auto-atribución megalomaníaca de la cual hemos hablado en las entregas anteriores. Claro, todo un proceso que llevó siglos. Quizá cerca de un milenio. 
Proceso en el cual fueron adoptando un conjunto de mitos, leyendas y creencias, tanto propias, como de otros pueblos, que llevaron a los dirigentes de ese pueblo a forjar su identidad nacional alrededor de la idea del ‘pueblo elegido’ de Dios.

Y con el fin de comprender mejor ese proceso, detallaremos un poco las ideas centrales, a continuación.

EL ORIGEN

La pretendida exclusividad de Dios para con Israel es un elemento tan importante dentro de la historia judía, que representa el pilar fundamental sobre el cual se conformó su identidad como pueblo, su estructura histórico-social-espiritual y su trascendental aporte al resto de la Humanidad: su religión. No hay que olvidar que del seno de la cultura judía surgieron tres de las religiones más importantes del planeta: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islamismo, que constituyen, junto con la cultura greco-romana las columnas ideológico-espirituales esenciales de toda la civilización occidental. ¿Cómo se dio esta elección de Israel por parte de Dios? Según la Biblia, ello fue un acto soberano de Dios. El origen mismo de la nación provendría de la voluntad divina. Como se ha mencionado antes, el pueblo israelita tendría su antecedente en el patriarca Abraham. Veamos.

Se relata en el Génesis (Gn.11:27 en adelante), que unas cuantas generaciones después de Noé, hubo un hombre en la ciudad de Ur, en Caldea (al Sur de Babilonia) llamado Tare, el cual tuvo tres hijos: Harán, Nacor y Abram. Hubo un momento en que Tare decidió marcharse de Ur y se llevó a Abram, a su nuera Sarai y a su nieto Lot, hijo de su fallecido hijo Harán. Y llegaron hasta la tierra del mismo nombre de aquel hijo, Harán (Noroeste de Mesopotamia) (20). Según los cálculos de los eruditos en Historia Antigua, esto se admite fue alrededor del siglo XX-XIX a.C.


(20) “Excavaciones arqueológicas han demostrado que Harán fue una ciudad floreciente en los siglos XIX y XVIII a.C. Eslabones geográficos hacen probable que el Norte de Mesopotamia haya sido la sede de los hebreos; los nombres de los antepasados de Abraham corresponden a nombres de ciudades cercanas a Harán, a saber: Peleg, Serug, Nahor, Teraj.”Ernst Ludwig Ehrlich. Historia de Israel (1961).UTEHA, México. P.4

Luego Dios habló a Abram -futuro Abraham-*(21) y le hizo la proposición que representa el origen primigenio del pueblo judío: “vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de tí una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en tí todas las familias de la tierra.” (Gn.12:1-3).

* En Gn.17:5, Dios cambia el nombre de Abram (padre enaltecido) por Abraham (padre de multitud).
(21) «Así, podemos comenzar a situar a Abraham y sus descendientes en su auténtico contexto histórico. Hacia el fin del tercer milenio a.C., la sociedad internacional civilizada se vio conmovida por las incursiones que llegaban del Este. Esos invasores produjeron grandes dificultades en Egipto; y en el Asia poblada, la arqueología revela una quiebra absoluta de la continuidad en ciudades como Ugarit, Biblos, Meggido, Jericó y la antigua Gaza, con indicios de pillaje y abandono. Estos pueblos, que se desplazaban de Mesopotamia hacia el Mediterráneo, hablaban lenguas semíticas occidentales, de las cuales el hebreo es una. En las tablillas y las inscripciones mesopotámicas se menciona un grupo concreto con el ideograma SA.GAZ, o como hapiru, habiru. Con estos términos no se referían a los beduinos o habitantes del desierto, que existían entonces como ahora, pues usaban un término diferente para esa categoría. Habiru parece haber sido una palabra despectiva aplicada a las gentes no urbanas difíciles y destructivas que se desplazaban de lugar en lugar [...] Su cultura era superior a la de la mayoría de las tribus del desierto. Precisamente porque no era fácil clasificarlas, desconcertaban e irritaban a las autoridades egipcias conservadoras, que sabían muy bien cómo tratar a los auténticos nómadas. A veces servían como mercenarios. Algunos ocupaban empleos en el gobierno. Eran servidores o caldereros y buhoneros. Usaban asnos que se desplazaban en caravanas, o eran mercaderes. A veces adquirían considerable riqueza en la forma de rebaños y seguidores: en ese caso, quizás intentaran acercarse, obtener tierras y formar pequeños reinados.Cada grupo de habirus tenía un jeque o jefe guerrero, que a veces podía desencadenar ataques incluso con dos mil hombres. Cuando se les ofrecía la oportunidad de asentarse y construir casas, el líder se autodenominaba rey, y todos se adherían al gran rey de la región.[...] Era cuestión de criterio, en el caso del monarca regional, decidir si permitiría la instalación de reyes habiru que se convertían (de hecho) en feudatarios, o si los rechazaban. El mismo dilema afrontaban los pequeños reyes locales, ya instalados, que habían formado parte de una oleada anterior de inmigrantes. Abraham era el jefe de uno de estos grupos habirus inmigrantes, un jefe importante, con “trescientos dieciocho servidores instruidos que habían nacido en su casa” » [Gn.14:17]Paul Johnson. La historia de los judíos (1987)Alfadil, Buenos Aires, 1991.p. 25-26.
Pueden observarse algunos paralelismos de estas costumbres sociales de la época con algunos relatos bíblicos sobre Abraham. Por ej.: Abraham tratando con el faraón: Gn.12. Abraham como mercenario del rey de Sodoma: Gn.14. Negociando con su sobrino Lot por distribución de tierras: Gn.13:6-11. Disputando con otro rey local (Abimelec) por agua: Gn.21:22-31.

Abraham obedeció a esa voz y abandonó la tierra de Harán en compañía de su mujer Sarai, su sobrino Lot y todas sus cosas, y se dirigió a la región de Canaán (Palestina), donde se estableció y donde Dios le promete que dicha región él se la entregaría a su descendencia (Gn.12:4-7). 

Esta promesa es reiterada al menos siete veces más en distintos episodios, prometiendo además la perpetuidad de la misma (Gn.13:14-17; 15:5-7; 15:18-21; 17:1-8; 17:19; 18:18; 22:17-18; ).
Dicha promesa -que desde Gn.15:18 recibe la denominación de ‘pacto’- es confirmada a Isaac -hijo ‘legítimo’ de Abraham- en Gn.26:3-5; 26:24; y a su hijo Jacob (Gn.28:13-15; 35:11-12). 

Estos tres personajes representan los orígenes primarios de Israel (22) como nación y son considerados los padres físicos y espirituales de las distintas tribus judías -las legendarias “doce tribus” de Israel- y también de los árabes (23) (ver esquema), por lo que su época, que duró alrededor de 300 años, suele llamarse la Epoca de los Patriarcas, o Epoca Patriarcal (+/- 2000-1700 a.C.) (24). De allí proviene la celebre frase de los judíos -citada también por Jesús y sus apóstoles-: “el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob”.


(22) Que es el nombre con el que Dios rebautizó a Jacob (Gn.32:28; 35:10).
(23) Los árabes consideran que son descendientes de Abraham a traves de su hijo ‘ilegítimo’ Ismael, que da origen a los “ismaelitas”, ancestros de los árabes.
(24) «La descripción de los patriarcas en el Antiguo Testamento corresponde a las circunstancias generales de aquel tiempo. Los monumentos jurídicos de Nuzu (siglo XV a.C.) reflejan el derecho consuetudinario de los patriarcas del GénesisLos textos de Nuzu muestran la vida social y económica de una pequeña ciudad asiria en la Mesopotamia Boreal cuando esta estaba bajo el dominio del imperio Mitani. Para el Antiguo Testamento, estos textos son de importancia en cuanto iluminan costumbres sociales del segundo milenio, tales como el sistema de concubinas (Gn.16 y 30), el derecho hereditario y de adopción (Gn.15:1 y sig.), la servidumbre de Jacob y su matrimonio con las hijas de Labán (Gn.31:50)»Ernst Ludwig Ehrlich. ob. cit. p.6.


Como puede verse en esta sección del Génesis, Dios ofrece su protección a Abraham y a su descendencia, promete un territorio y una nación, bendiciones y maldiciones a granel, sin ninguna causa o razón aparente. Dios lo hizo como puede suponerse sólo porque así le pareció, porque quiso. No se explica en ningún lado que Abraham fuese un hombre bueno o piadoso o virtuoso y por eso Dios lo escoge, no. Más bien se lo muestra como un hombre normal y con algunos rasgos de dudosa ‘moralidad’: es un hombre que puede mentir, estafar, hacer trampas, engañar y ser polígamo. Es decir, un hombre como cualquiera.

Claro que luego que Abraham se da cuenta de que el prestar oídos a esa misteriosa voz o presencia comienza a dar dividendos, decidió hacerle caso siempre. Por cierto, los escritores sagrados nunca se tomaron la molestia (o Dios no quiso “inspirárselos) de explicarnos cómo diablos hizo Abraham para saber que dicha voz o entidad era Dios en persona. ¿Cómo supo que era Jehová -que además en esa época todavía ni siquiera había revelado su nombre- y no Satán o un demonio cualquiera? Porque se supone que el diablo ya existía -recordar lo del jardín del Edén-. ¿Por qué Eva sí se equivocó al escuchar a quien no debía y Abraham no? ¿Cómo Eva fue condenada por comer un fruto simplemente, al oír cierta voz indebida cuya procedencia no supo discernir y en cambio a Abraham se le colmó de bendiciones al oír una voz que llega a “alcahuetearle” que engañe y se lucre a costa de la candidez del Faraón egipcio, a quien Abraham miente, estafa e incluso alquila a Sara, su esposa; en otras palabras, haciéndose el primer ¡’chulo’! de la historia prostituyéndola? Dios no sólo tolera esto -¡quien lo diría!- sino que incluso llena de plagas al inocente Faraón. Esto para citar un único ejemplo (Gn.12:10-20) de la extraña justicia de ese dios de Abraham. Y a relatos como éste -y a muchos otros de similar tenor en la Biblia- se los tilda de “edificantes” por muchas autoridades religiosas.

Pero sea por la razón que fuese, Abraham se percató de que era por demás beneficioso seguir siempre las indicaciones de ese dios que tanto lo favorecía, hiciese lo que hiciese, llamárase como se llamase, fuese quien fuese (25) .De este modo, las justificaciones de los teólogos a la elección de Abraham en base a su pretendida extrema fidelidad -que no duda incluso, en asesinar a su único hijo si este dios tan inseguro y necesitado de pruebas se lo pide (Gn.22:1-19)- se caen puesto que dicha fidelidad se consumó y comprobó en todo caso a posteriori, luego que Dios ya ha hecho su elección. Por supuesto, cabría decir que Dios, en su omnisapiencia, ya sabía que Abraham era un monumento de fidelidad a toda prueba, pero en ese caso, ¿qué sentido tenía probarlo?

Claro, luego el patriarca se vuelve un ejemplo de fe ciega e indoblegable, pero, ¿cómo no serlo si tuvo abundantes, contantes y sonantes motivos para ello, si se le aparecían ángeles, si la cosa rendía al cien por cien, si nunca la pasó mal por dicha fe, si departía person to person, face to face con el Todopoderoso? Hasta se daba el lujo de tratar de convencerle de que no se enojara tanto con la gente de Sodoma y Gomorra y no los destruyera -sin éxito, como ya se sabe (Gn.18:16-33; 19)-. No es que queramos disminuir sus méritos, pero así cualquiera (26).


(25) La primera vez que en la historia de Abraham Dios esboza alguna identidad -porque su nombre no lo revelará sino a Moises en Ex.3:13-15- es en Gn.17:1: «le apareció Jehová [¿?] y le dijo: “Yo soy El-Shaddai”» (un dios ¡¡¡cananeo!!!); lo cual se ha traducido incorrectamente como “Dios Todopoderoso” Para verificar esto cedemos la palabra a los editores de la ‘Biblia de Jerusalén’ : «El Sadday es un antiguo nombre divino de la época patriarcal, [Gn.]28:3; 35:11; 43:14; 48:3; 49:25, especialmente mantenido por la tradición sacerdotal, cf. Ex.6:3, raro fuera del Pentateuco, excepto en Job. La traducción común “Dios Omnipotente” es inexacta. El sentido es dudoso; se ha propuesto “Dios de la Montaña” según el acádico sadu ; sería preferible entender “Dios de la estepa”, según el hebreo sadeh y otro sentido distinto de la palabra acádica. Se trataría de una apelación divina traída de la Alta Mesopotamia por los antepasados.»Biblia de Jerusalen , p.29.Como puede verse, en última instancia se referiría a una divinidad mesopotámica. Una de la legión de divinidades de la época, por lo que cabe presumir que Abraham creía dirigirse a una cualquiera de esas deidades.
(26) Tal vez para contrarrestar a disquisiciones como esta fue que a los sacerdotes judíos del siglo IV a.C. se les ocurrió -dirán algunos, fueron “inspirados”- crear la teofanía de Job. En ella, el patriarca Job mantiene su fidelidad -con no pocas dudas y vacilaciones- a pesar de haber sido víctima de numerosas, inmerecidas y terribles calamidades -caso contrario al de Abraham- .


El hecho es que gracias a la fe de Abraham, Dios decide encariñarse con su descendencia, sea esta como sea. Se compromete a ello. Eso sí, con una condición: que le rindan suprema obediencia y pleitesía. Sólo a él. Aunque como se sabe, dicha progenie jamás acató dicha instrucción en su inmensa mayoría, hiciere Dios lo que hiciese: milagros, bendiciones, castigos, exhortaciones, amenazas; nada. Nada funcionaba. Siempre fueron una caterva de rebeldes incorregibles. Pero de todos modos, se hicieron a la idea de que ellos eran el pueblo elegido de Dios. El único. Y así lo hicieron constar en sus Escrituras. Gracias a unos pocos “virtuosos” como Abraham, Isaac y Jacob. Y posteriormente unos pocos -poquísimos- iluminados más. Un extraño caso de justos que pagan por pecadores, pero a la inversa: muchos pecadores que reciben por unos pocos justos -aunque lo otro también se da con frecuencia en el A.T.-.

De este modo, Génesis continúa narrando la historia de este pueblo.

Uno de los hijos menores de Jacob; José, fue víctima de la envidia de sus hermanos, quienes conspiraron contra el, hasta el punto de que pensaron en matarlo a causa de la preferencia de su padre por su persona y a raíz de ciertos ‘sueños de grandeza’ que el joven tenía (27) .El hecho es que no lo mataron sino que decidieron venderlo a unos mercaderes madianitas quienes lo llevaron a Egipto y lo vendieron como esclavo a Potifar, el capitán del Faraón Egipcio, uno de sus principales oficiales (Gn.37). El relato prosigue con algunas vicisitudes de la vida de José, hasta que este es nombrado gobernador supremo de Egipto por el Faraón (28): “Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el Trono seré yo mayor que tú” (Gn.41:40) (29).


(27) José tuvo un par de sueños en los cuales el aparecía exaltado por sobre sus hermanos y hasta sobre sus padres, siendo reverenciado por ellos: “He aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al mío”, y “...he aquí que el Sol y la Luna y once estrellas se inclinaban a mí” (gn.37:5-11). No es de extrañar que sus hermanos se enfadaran con él. Se habrán dicho algo como: “y este, ¿quien se ha creído?...”.
(28)Todo este inmenso engrandecimiento fue posible gracias a las habilidades superlativas de José como “vidente”, “agorero”, e interpretador de sueños, que por cierto, en la futura historia de los judíos y  asimismo de los cristianos, nunca más serán bien vistas, sino todo lo contrario, rechazadas y condenadas; aún a pesar de haber tenido tales habilidades tanta importancia para la historia de Israel, y considerarse una manifestación del espíritu de Dios
(29)«José fue el gran ministro-estadista de un gobernante extranjero, el modelo de muchos judíos en el curso de los tres mil años siguientes. Era sagaz, rápido, observador, imaginativo; un soñador, pero más que un soñador, un hombre que poseía la capacidad creadora necesaria para interpretar fenómenos complejos, para pronosticar y prever, para planear y administrar. Discreto, industrioso, capaz en todos los asuntos económicos y financieros, dueño también de muchas formas del conocimiento arcano, sabía bien cómo servir al poder y aprovecharlo en beneficio de su pueblo. [...] José ocupa mucho espacio en el Génesis, y es evidente que fascinó a los escribas primitivos que primero seleccionaron estos muchos relatos y después los combinaron con simetría considerables. Pero no cabe duda acerca de su historicidad. En efecto, algunos de los episodios más románticos de su vida hallan eco en la literatura egipcia. El intento de seducción por la esposa de Putifar, que enfurecida ante el rechazo de José recurre a la calumnia y después consigue que lo encarcelen [Gn.39:1-20], está en la antigua narración egipcia titulada Relato de los dos hermanos , que alcanzó por primera vez forma escrita en un manuscrito sobre papiro que se remonta a 1225 a.C. Los extranjeros con frecuencia alcanzaban altos cargos en la corte egipcia. En el siglo XIV a.C., la carrera de José tuvo su análoga en la de un semita llamado Yanhamu, alto comisario egipcio en el imperio bajo el faraón Akhenatón. Más tarde en el siglo XIII, el mariscal de la corte del faraón Meremptah fue un semita llamado Ben Ozen. La mayoría de los detalles egipcios de la narración de José parecen auténticos.»Paul Johnson, ob. cit .p.35.


A partir de allí, y debido a una gran hambruna que asoló al parecer a todo el Cercano Oriente, Jacob y todos sus hijos y parientes se trasladaron a Egipto, gracias a la buena pro del Faraón y por intermedio de José. Allí se estableció toda la descendencia de Jacob-Israel, donde se multiplicaron, extendieron y prosperaron por un lapso que se ha convenido que duró unos 400 años (desde alrededores del siglo XVII hasta el XIII a.C.) (30). Todo esto bajo la égida de Dios y con su promesa de que algún día retornarían a Canaán, a la tierra que había sido prometida a Abraham, Isaac y Jacob (Gn.46:2-4; 48; 3-4; 50:24), lo cual sucedería en tiempos y bajo la dirección de Moisés.

Esta es a grandes rasgos, la historia del origen primigenio del pueblo israelita, según lo narra el Génesis bíblico.

Es decir, que la idea de ‘pueblo elegido’ proviene de la pretendida elección arbitraria del dios del Antiguo Testamento, de Abraham como padre de toda su descendencia, y por tanto de ‘su’ pueblo. Sin motivo ni mérito alguno.

Y esto lo escribieron quienes dicen que Dios lo dijo así. En otras palabras, argumento circular: “yo digo que Dios dijo que lo que yo digo lo dijo Dios”... Un argumento prácticamente infantil, pueril. Que no tendría mayor importancia si no fuera porque se impuso a sangre y fuego a otros pueblos y se sigue imponiendo HOY, a veces a sangre y fuego, y otras veces, con diversas formas de manipulación y adoctrinamiento, desde la más tierna infancia.

Y luego de los escribas hebreos, vinieron los escribientes y editores cristianos.


(30) «Que los semitas occidentales llegaron a Egipto en elevado número es seguro. Comenzaron a penetrar en el delta del Nilo a fines del tercer milenio a.C. Estos inmigrantes solían llegar pacíficamente; a veces lo hacían de buena gana, buscando comerciar y trabajar; otras veces, los empujaba el hambre -pues el Nilo era con mucho el proveedor más regular de excedentes de granos-, y a veces como esclavos. Hay un famoso pasaje en un papiro egipcio, el Anastasi VI, en que los guardias fronterizos egipcios comunican al palacio el paso de una tribu que llega buscando pastos y agua. El papiro N` 1116 a , que se conserva en Leningrado,  muestra a un amable faraón que dona raciones de trigo y cerveza a varios jefes a quienes identifica como provenientes de Ashkelon, Hazor y Megiddo. Ciertamente, durante un tiempo, entre los siglos XVIII y XVI a.C. Egipto tuvo una dinastía de gobernadores extranjeros, los hicsos. Algunos de sus nombres eran semitas; por ejemplo, Khyan, Yakubher.»
Paul Johnson , ob. cit. p.36.
Durante el período de dominación de los hicsos (entre 1720 y 1570 a.C.) se registraron las mayores oleadas de inmigrantes semitas y su presencia más o menos libre en Egipto, entre ellos los hebreos o habirus . A partir de la expulsión de aquellos alrededor de 1570 a.C., y la recuperación del poder por parte de los egipcios, comienza la etapa de progresiva esclavización de los extranjeros, sobre todo, desde el reinado del faraón Amosis I .


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