Tuesday, September 12, 2017

PROYECTO BIBLIA DESNUDA. 14. AHORA SURGE OTRA CUESTIÓN: ¿CÓMO SE ESCRIBIÓ LA BIBLIA?

PROYECTO BIBLIA DESNUDA. 14.
AHORA SURGE OTRA CUESTIÓN: ¿CÓMO SE ESCRIBIÓ LA BIBLIA?

En la anterior entrega hicimos una breve introducción a la pregunta “¿Quién escribió la Biblia?”, haciendo una breve cita de la extraordinaria y muy importante obra homónima de R. E. Friedmann. 

Creemos que en estas ‘simples’ preguntas y las que con ellas se relacionan (cómo surgió el texto de la Biblia, quiénes escribieron, quiénes hicieron las compilaciones, selecciones, traducciones, quiénes validaron o no los textos, etc., etc.) se resume todo el meollo del asunto que estamos tratando: la desmitificación de lo que millones de personas consideran ser ‘la sagrada Palabra de Dios’. 

El sólo intentar introducirnos a las respuestas de estas preguntas nos mete en un laberinto de dimensiones colosales y de muy complejas ramificaciones. Porque estamos hablando de un proceso –más bien procesos- que abarcan unos 3000 años –sólo contando desde la aparición de las posibles primeras versiones orales de las ‘Escrituras’-, no sólo hablando de la instauración definitiva del canon de la Biblia que conocemos –que quedó más o menos fijado alrededor del siglo IV d.C.- que en todo caso, no es del todo definitivo puesto que ya hemos mencionado las diferencias entre las biblias católica, protestante y ortodoxa; sino también de todos los análisis, estudios, críticas, contra-críticas, exégesis, interpretaciones, precisiones, descubrimientos, traducciones, en fin, todo el proceso que ha significado designar a las escrituras sagradas judeo-cristianas como ‘infalible Palabra de Dios’ y las implicaciones políticas, sociales, históricas, culturales, civilizatorias, etc., que todo ello ha llevado consigo.

Quizá sea por eso que tan compleja labor se ha dejado para los ‘expertos’ y sobre todo, los expertos religiosos: sacerdotes, rabinos, académicos, exegetas, presbíteros, pastores, especialistas, teólogos, biblistas, etc., que simplemente imponen la opinión generalizada: los que saben, los que han estudiado, los santos, los iluminados, los ordenados, los autorizados por Dios y ‘sus’ iglesias, los inspirados por el Espíritu Santo, los fieles, los doctos en la materia, ya se han quemado las pestañas, el cerebro, el corazón y el alma y han invertido muchísimos años y muchos siglos para dictaminar lo que ‘siempre se ha sabido’, que la Biblia es la certera, santa, suficiente, e inerrante Palabra de Dios. Que la ‘Palabra de Dios’ es una sola y uno solo su autor, Dios, y todo el mundo está de acuerdo en cuáles son esas palabras, si bien no todos de acuerdo en su significado e implicaciones.

Pero no es cierto. Simplemente no es cierto.

Es decir, lo que la inmensa mayoría de los creyentes –y también, no creyentes- judeo-cristianos del mundo piensa en general acerca de la Biblia: ciertos hombres supuesta o pretendidamente inspirados escribieron unos textos que quedaron plasmados, completos y consolidados en alguna parte y luego estos textos se copiaron fielmente y se tradujeron fidedignamente y llegaron así hasta hoy; no es verdad. En otras palabras, no es veraz, sobre todo en la parte “escribieron”, “plasmaron” y “copiaron”. Sin ni siquiera referirme –por ahora- a lo de “fielmente” y “fidedignamente”, ni mucho menos a lo de “inspirados”…

Ya en la anterior entrega  nos referimos a uno de los ejemplos fundamentales de este asunto: los llamados ‘escritos de Moisés’, quien como vimos, no escribió nada –o casi nada, si acaso- por más que aún hasta el sol de hoy se le atribuya la autoría de nada más y nada menos que del Pentateuco; los 5 primeros libros de la Biblia. 


La inmensa mayoría de los creyentes judeo-cristianos del planeta creen que Moisés un día se sentó a escribir en unas tablas de piedra, o quizá en unos pergaminos, que esas escrituras extensísimas quedaron de una vez completas y perfectas, y de alguna manera se conservaron, luego sacerdotes, rabinos, y sabios judíos los cuidaron con esmero, hicieron copias generación tras generación, luego se tradujeron con mucho celo y precisión, luego la iglesia cristiana las adoptó y validó y así llegaron a las Biblias que tenemos hoy en día. 
Pues no. Las cosas son inmensamente, asombrosamente mucho más complejas y enrevesadas. Pero lo más asombroso de todo es que la inmensa mayoría de creyentes no lo sepa así, y que se los siga engañando, aún en pleno siglo XXI.

Y en verdad, lo que sospechamos aquí es que es precisamente a causa de esta enorme complejidad que resulta más fácil decirle a los creyentes, y estos creerlo porque lo dicen personas ‘autorizadas’, y más, comenzando por sus mismas Biblias que tienen en mano, que el Génesis es el “1er. Libro de Moisés”, o el Éxodo el “2do. Libro de Moisés”, y así sucesivamente. Quienes hagan preguntas incómodas, seguramente se verán desalentados, intimidados, o abrumados, ya sea por la desaprobación de esas personas con ‘autoridad’, o por el gran esfuerzo que hay que emplear para adentrarse en el tema. Y más si ello desafiará sus creencias previas.
Así que continuamos con nuestro propósito de intentar, en lo que más se pueda, facilitar este esfuerzo, planteando algunos núcleos fundamentales de información y comprensión del tema.
En este caso, en lacuestión ¿cómo se escribió la Biblia?, lo que plantearemos a continuación es una idea muy básica, pero verdaderamente esencial: 

No existe ni existió jamás un texto único para las escrituras bíblicas. No surgieron en un proceso lineal por parte de autores conocidos y luego transmitidos directa y fielmente. No existe ni existió jamás una sola versión, ni un solo origen, ni una sola tradición, ni una sola fuente, y por supuesto, no existe ningún ‘original’ de ningún texto, ni autógrafo, ni legado, ni directo, de ninguna escritura bíblica por parte de ningún ‘autor’.

 

La Biblia es el resultado de un complejísimo proceso de tradiciones orales, por parte de distintas comunidades, de distintos procesos históricos, y luego de diferentes y disímiles sub-procesos de redacción, escritura, copia, transmisión, compilación, selección, corrección, actualización, autorización, traducción, re-traducción, y posteriormente, de canonización, que tampoco a fin de cuentas ha sido nunca único, definitivo, preciso, o universalmente aceptado. Y esto tanto en los llamados ‘Antiguo Testamento’ como en el ‘Nuevo Testamento’.

Son muchísimas y de muy larga data las fuentes, las tradiciones, los orígenes, y procesos históricos involucrados aquí.

Y para tan sólo esbozar esta complejidad, que esperamos desarrollar posteriormente, veamos a continuación dos aspectos fundamentales en este tema:

1. Distintas versiones y orígenes de los textos bíblicos en la Historia y sus continuos cambios.

Fuentes, documentos, registros, redacciones, composiciones, adaptaciones, y materiales sumamente variados que entran en distintos procesos y contextos históricos y culturales.

 

 

2. El proceso de selección y distinción entre textos autorizados, ‘canónicos’ y los no autorizados o ‘apócrifos’.

Un verdadero entramado de diversos procesos de caracterización, evaluación, determinación, adopción de criterios, y por supuesto, la entrada en juego de factores e intereses de poder religioso, político, económico, que conforman esa selección de textos. Quién selecciona, quién determina, qué, cómo, cuándo, dónde y por qué. Lo cual consideramos el tema de fondo aquí. El tema esencial y central.

 


Ambos puntos constituyen enormes temas de estudio e investigación, incluso hoy. Nada es definitivo, nada está plenamente examinado.

Sin embargo, mencionemos algunos aspectos en ambos planteamientos:

Sobre el 1er. punto. En el propio Antiguo Testamento ya observamos referencias a pretendidos antiguos libros o textos –perdidos- que formaron parte de las fuentes supuestamente utilizadas:
Algunos de los primeros registros escritos de la Escritura hebrea se mencionan por nombre en la propia Biblia:
 
Ø El «Libro de las Guerras de Jehová» (Números 21:14,15),
Ø El «Libro de Jaser» (Josué 10:12-14),
Ø Las «Crónicas del profeta Natán» (2 Crónicas 9:29 ),
Ø La «Historia del profeta Iddo» (2 Crónicas 9:29),
Ø El «Libro de los Hechos de Salomón» (1 Reyes 11:41),
Ø El «Libro de las Crónicas de los Reyes de Judá» (1 Reyes 15:7),
Ø El «Libro de las Crónicas de los Reyes de Israel» (1 Reyes 15:31).

Por otra parte, los eruditos bíblicos creen hallar en muchas partes del Pentateuco rastros de primitivos documentos escritos que entraron en la composición de los libros del Antiguo Testamento:

Ø El «Libro del Pacto» (Éxodo 20:22-23:33),
Ø El «Pequeño Libro del Pacto» (Éxodo 40),
Ø El «Código de Santidad» (Levítico 17-26),
Ø El «Ritual del Arca» (Números 10:35-36)

También hay que decir –y a ello nos referiremos luego-, que por tradición oral o por medio de documentos antiguos, los hebreos heredaron preceptos jurídicos de ancestrales códigos, correspondientes a un origen y contexto histórico y cultural común del área comprendida desde Mesopotamia hasta Egipto. De ahí algunas semejanzas de forma entre la literatura bíblica y la de otros pueblos aledaños. A esto es a lo que se refieren algunos como los ‘plagios’ del Antiguo Testamento. Es decir, al parecer Dios en algunos momentos inspiró a sus amanuenses plagiar a culturas o materiales literarios vecinos.

Pero durante siglos, el modo fundamental de transmisión de estos contenidos, fue la vía oral. La transmisión escrita comienza durante la cautividad babilónica del pueblo hebreo, hacia mediados del siglo VI a.C., y se intensifica al regreso, muy especialmente, según la tradición, bajo la dirección y ejemplo del profeta Esdras. Pero aún es el período que podríamos llamar de prehistoria del texto. Su historia propiamente dicha, cuando ya puede hablarse de una etapa formal de transmisión casi exclusivamente escrita, comienza hacia el año 300 a.C.

Por supuesto, tanto la transmisión oral como la manuscrita, no ofrecen ningunas garantías de fidelidad, unidad, o ausencia de errores. En este caso, aún si el contenido fuese ‘inspirado’ por el Espíritu Santo, nada indica que la transmisión también estaría inspirada. Es decir, que los seleccionadores, determinadores, compiladores, copistas, etc., estuviesen también ‘inspirados’ y dotados de ‘infalibilidad’. Así lo reconocen los biblistas serios de todas las tendencias. Citemos a un teólogo de tendencia católica:


“El texto del Antiguo Testamento se transmitió durante muchos siglos bajo la forma manuscrita. Por tanto, es natural que, durante este largo período de transmisión, se hayan introducido en el texto errores de transcripción. Al mismo tiempo, antes del siglo I de nuestra era, el texto fue objeto de cambios, de añadidos que reflejaban diversas tradiciones. Esta fluidez sugiere que la preocupación por conservar el texto en una forma única y pura sólo se convirtió en un valor hacia el siglo I. El resultado de esta otra mentalidad es que existen diversas formas del texto, que son evidentes, por ejemplo, en el texto masorético, en la traducción griega de los Setenta (LXX) y en el Pentateuco samaritano.”

(“El Texto del Antiguo Testamento”, escrito por Stephen Pisano. Capítulo 2 del libro: “Metodología del Antiguo Testamento”, de Horacio Simion-Yofre. Editorial Sígueme, Salamanca, 2001, pág. 43.)



Más claro, imposible. Por “Pentateuco samaritano”, texto masorético, traducción griega de los Setenta, se entienden distintas versiones y redacciones del primitivo texto del Antiguo Testamento. A ello probablemente nos referiremos en otra oportunidad. Baste por ahora mencionar que estas distintas versiones, tradiciones y redacciones son bastante abundantes, y traen mucha tela que cortar en muchos aspectos. Sólo a manera de ilustración citemos algunas de estas versiones, que han sido el quebradero de cabeza de los estudiosos durante siglos y hasta milenios, hasta hoy:

VERSIONES ARAMEAS (Tárgumes)
Onkelos (siglo II o III d.C.)
Seudojonatán (siglo I d.C.)
Samaritano [Pentateuco] (siglo I d.C.)
Palestino (siglo I d.C.)

Durante la época persa, los judíos adoptaron la lengua aramea. Ello obligó a disponer de traducciones arameas de la Biblia. Estas traducciones reciben el nombre de “Tárgumes” (Targum=traducción).

VERSIONES GRIEGAS
Septuaginta (Biblia griega de los 70),
Aquila (siglo II d.C.),
Teodoción (siglo II d.C.),
Símaco (siglo II d.C.).

Con anterioridad a las grandes revisiones cristianas de los siglos III y IV, el judaísmo había sentido ya la necesidad de adecuar el texto de la Septuaginta (Biblia escrita en Egipto en griego por una comisión de 70 sabios judíos alrededor del siglo II a.C.)por dos motivos: a) No la consideraban fiel al texto hebreo; b) Era la versión que usaban los cristianos para demostrar que Jesús era el Cristo. Las traducciones que sustituyeron a la LXX llevan los nombres de Aquila, Teodoción y Símaco.

VERSIONES SIRIACAS
Peshitta (siglo II-III d.C.)
VERSIONES LATINAS
Vetus Latina (siglo II-III d.C.),
Vulgata (siglo IV d.C.).

Hasta el siglo III d.C. la lengua de la iglesia en occidente siguió siendo la lengua griega (Clemente, Ireneo...). Laliteratura cristiana en lengua latina nació a partir del sigloII en el norte de África (Tertuliano…).

El término Vetus Latina no se refiere a una traducción única y completa de la Biblia al latín, sino que designa el conjunto de traducciones anteriores a la versión Vulgatade san Jerónimo (finales del siglo IV).

Y aún cabría más que mencionar. Pero baste con esto para señalar nuestro punto: existieron diversidad de versiones, redacciones, traducciones, documentos, tradiciones, etc., sobre las cuales elegir. La Biblia no surgió de un ‘plumazo inspirado’ que algunos santos recogieron en escrituras y luego se transmitieron fielmente. La historia es muy distinta. Cómo fue esa historia será tema de otra oportunidad, u otros espacios.

Por cierto, que sobre los textos del llamado “Nuevo Testamento” ocurre otro tanto. No igual, pero bastante similar en muchos aspectos. Ya nos referimos luego a ellos.

Sobre el 2do. punto, el de los textos autorizados o no autorizados, habría que decir que la Biblia oficial –aunque reiteramos nuevamente, son distintas las Biblias judía, protestante y católica, nada más para empezar por allí- consta de una cantidad de libros ‘oficiales’, a saber:





A.T.           N.T.                 TOTAL
JUDÍOS                        39                                          39
PROTESTANTES        39               27                       66
CATÓLICOS               46               27                       73






           LIBROS DE LAS DIFERENTES BIBLIAS



Como hemos señalado antes, la diferencia es que la Iglesia Católica reconoce como canónicos o ‘inspirados’, 7 libros que ni judíos ni protestantes aceptan: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, Macabeos I y Macabeos II. Son los llamados “apócrifos” tanto por judíos como protestantes, y “deuterocanónicos” –es decir, segunda revelación- por los católicos.

Quiénes y cómo y por qué decidieron que estos libros serían o no incluidos en la Biblia oficial es toda una larga historia. A nosotros nos basta con constatar el hecho: alguien escribió, redactó, compiló, transmitió, tradujo, ordenó, decidió, determinó, etc., y propuso e/o impuso esos libros como escritos inspirados o revelados, y otros los aceptaron y otros no los aceptaron. Con criterios y razones que siguen debatiéndose hasta hoy en una historia de al menos 2500 años. Pero así es. No existe la Biblia que surgió inspiradamente única, completa, pura, o perfecta, ni existe ni existió el único criterio, ni el único canon, ni la única ‘autoridad’, ni mucho menos la única ‘autoría divina’. Sólo existen y han existido decisiones humanas tomadas por razones humanas, o más bien ligadas a juegos de poder, dominio, influencia, control, que han implicado además vida o muerte, guerra, luchas, crimen, destrucción… Razones humanas, demasiado humanas pues.

Pero es que este asunto ni siquiera acaba aquí. Porque ocurre que existen decenas de otros libros apócrifos, que si bien nunca entraron en el canon autorizado por parte de ninguna de las tradiciones religiosas vencedoras, el hecho es que existen, alguien los escribió, también pensaba hacerlo en nombre de Dios o de su santo Espíritu, también están llenos de preceptos morales, religiosos, espirituales, normas, rituales, leyes, que a veces coinciden con los textos autorizados y a veces no, pero ahí están, también tuvieron su proceso de desarrollo, elaboración y existencia, y por tanto, formaron parte de la discusión, el debate, las pugnas de poder y el seguimiento o veneración por parte de determinadas comunidades religiosas o pueblos enteros. 

Este asunto de las escrituras apócrifas reviste tanta importancia, que en la actualidad es todavía amplio tema de estudio y examen debido a sus numerosas implicaciones.

Seguramente volveremos a tocar este tema posteriormente, pero por ahora mencionemos que existen alrededor de 100 libros apócrifos –no hay un número específico- entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Ejemplos:
Antiguo Testamento:
El libro de Henoc, El libro de Jubileos, Testamento de los doce Patriarcas, Salmos de Salomón, Asunción de Moisés, Ascensión de Isaías, Sibilas judías, 3 y 4 Macabeos, Plegaria de Manasés, El libro esclavo de Henoc, Salmos de Salomón, Odas de Salomón, Oración de Manasés, Libro arameo de Ajicar, José y asenet, Oráculos sibilinos, Apocalipsis de Adán, Apocalipsis de Abraham, Apocalipsis de Elías, Apócrifo de Ezequiel, Apocalipsis siríaco de Baruc, Apocalipsis griego de Baruc, Apocalipsis de Sofonías, Apocalipsis de Sedrac, Libro IV de Esdras, Apocalipsis griego de Esdras, Visión del bienaventurado Esdras.

Nuevo Testamento: (con enlaces)

Y ‘terminando’ con

Uno de los más recientemente descubiertos.


Reiteramos, no son todos los textos apócrifos. Como se puede ver, mucha tela que cortar en este asunto.¿Quiénes decidieron qué escritos, redacciones, versiones, o materiales, eran o no canónicos, ‘inspirados’, autorizados, ‘divinos’, es decir, reglamentarios, a fin de cuentas? Mucho que decir respecto a cómo, por qué y en qué contexto todo esto sucedió. En todo esto pudiera citarse el versículo evangélico “muchos fueron los llamados y pocos los escogidos”. El punto es cómo y por qué, por parte de quiénes y con qué intereses. Repetimos: quién selecciona, quién determina, qué, cómo, cuándo, dónde y por qué, es el tema de fondo aquí. El tema esencial y central. Y el punto central es que nada de esto lo llevó a cabo ningún dios o un ‘santo’ espíritu, sino muy concretos intereses, fines y pasiones humanas. Usualmente humanas ambiciones de control, dominio y poder que se escudan o justifican detrás de Dios o sus ‘representantes’.

Sobre ello seguiremos abundando en próximas oportunidades.

(Y no hemos entrado en el asunto de los idiomas, las traducciones, las variaciones estilísticas, o los distintos ‘públicos’ de la Biblia. Pero eso será en una próxima ocasión.)

No comments: